¿QUÉ FORMACIÓN TIENES?
Que no es lo mismo que qué sabes o puedes hacer.
Y es que una echa un vistazo a su alrededor y se plantea
hacer un estudio sobre toda la gente que conoce, los que trabajan, en qué
puestos y qué formación tienen.
Y resulta que aquí es donde llega la discordancia entre lo
que nos dicen las Agencias de Colocación y los Servicios Públicos de Empleo, y
la realidad que observamos con nuestros propios ojos.
Resulta que estos organismos nos reclaman titulaciones
varias para según qué trabajos, conocimiento de idiomas, de informática,
masters, especializaciones etc…
Y a una le viene a la cabeza su amiga Silvia, que trabaja en
Banesto y estudió hasta COU, o piensa en los amigos que trabajan en compañías
aseguradoras, oficinas, tiendas, empresas de construcción, y resulta que nunca
han pronunciado una sola palabra en Inglés durante toda su carrera laboral, en
muchos casos sus estudios no van más allá del Bachillerato o la antigua
Formación Profesional (donde nadie estudiaba Informática, dicho sea de paso),
otros han cursado carreras universitarias que poco o nada tienen que ver con el
puesto que desempeñan, y en cuanto a
masters y cursos de post grado, hace veinte años no estaban
generalizados como un complemento imprescindible para tu formación.
Y sin embargo PUEDEN trabajar y trabajan, mientras los
empleados de las oficinas de empleo, pueden prometer y prometen, que o hablas
tres idiomas, has estudiado una carrera de las buenas, demuestras experiencia,
amplia, en el sector que exploras y tu ordenador es una prolongación de ti
mismo sin oscuros misterios informáticos que te planteen el menor reto, o lo
llevas claro, porque no te colocas en la vida, y aún así, cumpliendo todos los
requisitos previos, las posibilidades de éxito son escasas.
Pero tu no pierdes la esperanza, y sigues acudiendo
regularmente a tus sesiones con el Orientador laboral, o con el empleado de
turno que te sella tu cartilla de desempleado.
Y en cuanto cogen tu DNI y lo teclean en sus ordenadores, ya
saben lo que “eres”.
“Aha, con que filóloga eh?”…y tu te hundes en la silla , a
la vez que balbuceas que antes de matricularte en Filología fuiste capaz de
aprobar el Bachillerato, el COU, y la selectividad (en Junio), que puedes
mantener conversaciones inteligentes, coger el teléfono, gestionar una oficina
(que ya lo has hecho), mirar a la gente a los ojos mientras les hablas y un
sinfín de cosas más… Que tienes el C.A.P (Curso de Aptitud Pedagógica, de toda
la vida de Dios, que ahora se llama “master” en Educación) has hecho cursos de
informática y Ofimática, y que además hablas Inglés con total corrección…y que
te consideras completamente capaz de trabajar en multitud de puestos, desde
secretaria, hasta cajera del Carrefour, del Mercadona…El objetivo es tener un
empleo “remunerado”, que vamos, que por lo del contrato mercantil y lo de
“pagar” por trabajar no tragas. Y se lo explicas.
Pero él o ella te mira , a veces con empatía, a veces sin
ella, y pronuncia la temida frase…”ya, pero es que eres filóloga, para trabajar
en todo eso que me dices, deberías tener formación específica para ello”.
Seguramente el o ella no tiene “formación específica” para
decir estas cosas, pero cree que si.
Así que en este primer capítulo sobre formación, olvídate de
las personas que ves trabajando, lo que les exige ese trabajo, y qué formación
tienen, pues seguramente no coincidirá con lo que el mercado laboral te va a
exigir a ti. ¿Por qué?...Pues porque ellos están dentro y tu estás fuera. Cruel
pero real.
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