Ayer tocó sesión de ortodoncista.
No sabía yo que quitarle los brackets a mi hijo, hacer
moldes y aparatos de retención, nos
llevaría toda la mañana.
A falta de algo mejor que hacer, y con la batería del móvil
agotada, me dediqué a echar un vistazo a las revistas, perfectamente alineadas,
de la sala de espera.
Cayó en mis manos el número de enero de la revista Marie
Claire.
Un artículo llamó mi atención.
Se titulaba “Añoranza
Doméstica”. Trataba sobre las home-stay mums o mamás amas de casa a jornada completa, que están haciéndose
hueco en la blogosfera, con sus páginas
sobre lifestyle, o estilo de vida.
Publican posts sobre
la vida diaria, la cocina, el cuidado de los niños.
Aportan montones de
ideas de los famosos hazlo-tu-mismo o DIY (para seguir con los anglicismos).
Comentaban en ese artículo, que cada vez tienen más
seguidoras entre las féminas que trabajan fuera de casa, usualmente con vidas
profesionales de éxito.
Al parecer estas exitosas mujeres profesionales, se asoman a
los blogs de las mamás, con interés y añoranza por su estilo de vida. Soñando y
hasta envidiando un poquito, esa tranquilidad de la vida doméstica, alejada del
estrés de la salvaje jungla laboral.
En fín.
No sé a qué tipo de amas de casa se referiría el artículo.
Imagino que serían amas de casa “de gimnasio y cafetería”, como decía una buena
amiga, para referirse a mujeres que no trabajan fuera del hogar, pero tampoco
dentro, con una situación económica holgada, que les permite tener ayuda de
pago.
Una verdadera mamá ama de casa, lleva una existencia
bastante dura, según mi propia experiencia, y para nada habita el relax y la tranquilidad hogareña de quien se
dedica a hornear magdalenas o hacer calceta como única ocupación.
Yo he vivido todas las situaciones laborales posibles. He
trabajado a media jornada, a jornada completa, con horario fraccionado, y
también he sido una ama de casa y mamá, a jornada completa.
Creo que tengo la
experiencia suficiente para poder opinar.
Lo de la añoranza doméstica, no sé si se refiere a desear levantarte por las mañanas a poner o quitar desayunos, recoger la casa (con más
de un hijo prometo que realmente si lleva tiempo), hacer camas, pasar el
aspirador, fregar baños (si se tercia),
poner lavadora, ir a la compra y por supuesto, lo innegociable: preparar la
comida.
A eso de las dos de la tarde, los vástagos aparecerán por la
puerta hambrientos y cansados. Dejarán las mochilas en cualquier sitio y
preguntarán qué hay para comer.
En el 90% de las ocasiones, emitirán algún tipo de crítica
sobre el menú, la falta de alguna prenda en su armario, o su necesidad de algún
bien material cuya adquisición (de la que será responsable la sufrida mamá)es de
carácter urgente.
Durante la tarde, la relajada mamá bloguera, se dedicará
seguramente a hacer de taxista. Irá y vendrá, aparcará y desaparcará, casi casi
hasta la hora de la cena.
Eso, si no es un día
“crítico”.
Un día crítico es un día de crisis, como su propio nombre
indica. Una crisis puede ser de varios tipos: un trabajo para el cole o
instituto, urgente e incuestionable, un examen decisivo de una materia que
acabamos de descubrir que no dominamos en absoluto, una lesión haciendo
deporte…no sé…hay muchas posibilidades de días críticos.
Con los años, las crisis se van relajando, y la intervención
de la relajada mamá bloguera suele ser menos necesaria en ese aspecto.
Sin embargo, casi siempre surgen
otras “obligaciones”. Gestiones de diverso tipo en nombre del vástago que
prepara exámenes finales y no puede moverse de casa, compras varias para ellos,
recados etc…
Durante todos esos años de relax, como mamá y ama de casa,
jamás cobrarás ni un euro, ni cotizarás, ni tendrás derecho a ningún tipo de
jubilación. Tu tarjeta de crédito será la extensión de la de tu marido, lo
mismo que tu derecho a la asistencia sanitaria.
Oirás a todas horas lo de “tu-no-trabajas”, y te preguntarás
no una sino mil veces, que es lo que has hecho tu para merecer eso.
Porque si que trabajas. Casi a todas horas. Sin
remuneración, y en muchos casos sin ningún tipo de ayuda.
Así que sí, el hecho de que un día la mamá bloguera haga
galletas y cuelgue la receta en internet, es verdaderamente envidiable.
La parte buena de todo esto es que si eres de las que tienes
un buen trabajo y envidias no tenerlo, la cosa tiene solución, rápida y
eficaz.
Mañana mismo dí adiós
a tu trabajo. Renuncia a tu sueldo, a tu asistenta, a tu tarjeta de crédito, a
tu jubilación….
Vete a casa y haz galletas. Seguramente habrá un montón de amas de casa deseando
dejar la paz y el relax hogareño, para saltar a tu antigua jungla de estrés
laboral. Por variar y de paso, cobrar.
Eso sí, sus galletas ya no serán
caseras.